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Mostrando las entradas de abril, 2006

Los espectros de antaño.

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Hay días en que no se está preparada para nada. Por ejemplo, estaba de lo más tranquila - no por que ahora no lo esté-, revisando todas esas prosáicas cuentas que solemos acumular mensualmente, cuando decidí tomarme un descanso. Puse la silla más "guay" frente al escritorio y prendí la computadora para ver quién es que andaba a mano para deshilar banalidades, cuando un fantasma hizo su aparición después de casi siete años de ausencia: La Fantasmita. Así tan estióca como suelo ser- dícen los que me conocen- me quedé fría (podríamos llamarlo inconclusa) cuando vi sus letritas en pantalla, y una serie de pasados empolvados me vinieron a alterar el paso doble. Particularmente porque, siendo lo más concienzudamente honesta, muchas noches soñé aleatoriamente un encuentro en el que no sabría cómo reaccionar. Pero bien, déjenme explicar por donde es que la madeja se comienza a deshilar. La Fantasmita es una amistad perdida que, gracias a mi radicalismo Kantiano, mandé a buscar un nue