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Mostrando las entradas de febrero, 2007

Second Life

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Segundas oportunidades. Vidas alternativas. Cuando era niña quería ser invisible, ser capaz de ver y escuchar todo lo que sucedía cuando las personas se sentían finalmente en soledad, libres de todo yugo social. ¿Cómo sería todo aquello? Ser una especie de fantasma sin ninguna ingerencia en el entorno; observar sin perturbar: Eso siempre daba a mis ojos una especie de ventaja. Parece haber un nuevo trend y no exclusivamente para l@s teenies que invierten mucho de su tiempo en juegos que boicotean la realidad y por ende la personalidad, pongámoslo aquí “El mundo tangible y material” del que somos presa irreversible, sino también para los adultos supuestamente consolidados que pasan, supongo, mucho tiempo en soledad: Se llama Second Life . Por una módica cantidad se puede aquí cimentar una nueva vida virtual, sin el riesgo que ofertan las relaciones interpersonales... se es inmortal: Sempre viva ... Si se quiere, se puede uno transformar en lo que siempre se deseó; se pueden comprar o

Sonamos con lo del "Heredero"... ja ja ja.

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Evidentemente no hay mucho que escribir para hacer claro que, el pequeño viajante será un "varón"... un hombre. Supongo que a lo largo de su vida se verá confrontado con estos signos que indican esta división de complementos, de pares. Lo misterioso del asunto es que, sin inmiscuir deseos personales (que conste, pues nunca me he contaminado de esa manera) siempre supe, desde que caí en la cuenta de que estaba embarazada, que venía un nuevo hombre en camino. Cosa curiosa, y haciendo uso del vox populli , mi querido Inqusitivo me dijo hace poco, cuando le comentaba de mis tormentas mañaneras y mis ascos crónicos (en verdad que me tenían abatida) de que él estaba seguro que sería un hombre por esas peripecias que usualmente los varones provocan en las mujeres... ¡Hasta pitoniso resultó! Bien, no hay manera de escribirles que tan profunda es la felicidad que siento cada vez que toco mi vientre y una patadita sublime me dice: "Aquí estoy..."

Pero... ¡¿se necesita todo eso?!

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Esa es una de las expresiones más hilarantes que una persona puede brevemente pensar para sus adentros, antes de tener la brillante idea de expresarla en público, justamente frente a todo el personal que ejerce una especie de “consultoría” concienzuda en una de las tiendas más “acá” de muebles para bebés... Ahora que tengo el tiempo del mundo para adentrarme en estas danzas prelactantes, me siento como cuando Doña Sara, amiga cubanaza de mi abuela, solía teorizar acerca de mi sano entretenimiento poniéndome frente a un rompecabezas horrendo que a su nieto cautivaba. Menjurjería para la mamá, toda serie de aparatos medievales para el bebé, algunos sofisticadísimos, otros relativamente rusticales: Dícen que para todo hay gustos. Camino por esas galerías tácticamente estructuradas mientras mis ojos se abren grandes-grandes, cuasi león marino bebé, ante todo ese galerón de materia expectante. Hay aparatos que francamente se ven muy peligrosos, todos llenos de vasos comunicantes y mangueril

La... ¿cucaracha?

Ya... ¡Que no estoy muerta, andaba de parranda! Y vaya que el pequeño argonauta me ha traído de arriba para abajo entre millones de menesteres que hay que ajustar para propiciarle una llegada muy cálida. Estuve en la llamada “Ciudad de los Palacios” este pasado mes de diciembre, y aunque la noticia a estas alturas pueda resultar rancia, no podía dejar pasar mis sensaciones al respecto. Ya algunos de ustedes saben que esta visita me dejó un sabor confuso en el paladar, y también algunos de ustedes saben que esto no tiene absolutamente nada que ver con “planos comparativos” entre las tierras tedescas y las mías: Es sólo que todo me resultó más extremo, más distante, mucho más disímil que la última vez que estuve por allá. Bueno, incluso la mentalidad de dos que tres personas con las que me encontré por allá resultó, digamos, desaventurada, porque me dí cuenta que nuestros lenguajes se han movido por diferentes caminos. Como sea, no todo es una tragedia de desencanto por favor, tengo much