Una corona de espinas.

   
     Despiertas confiada a un nuevo año. Piensas que tienes agarrado al futuro lo suficientemente fuerte como para que no murmulle tormentas negras. Lees las noticias y piensas con esa singular arrogancia que te da la palabra Europa: -China está muy lejos-.

     Sigues tu rimo, crees que es tuyo. Levantarse a la misma hora y concentrarte en esas pequeñas cosas que te dan una satisfacción momentánea: Desayunar "sano", hablar con tus clientes, leer tus correos. Lees las noticias y piensas con esa soberbia que te da la palabra Alemania: -Italia va a contener el asunto-.

     Duermes con dificultad, te dices a ti misma que el miedo entorpece. ¿Miedo te preguntas? y un eco en tu cabeza lo suficientemente largo te obliga a quedarte despierta unas horas más. Lees las noticias y piensas con esa duda que te abraza desde hace varios días: -¿Munich podrá contener a los enfermos?

     Te lavas febrilmente las manos. Tu piel está seca y casi te auto-diagnosticas con un trastorno obsesivo compulsivo. Ves con sospecha al colega que tose dos veces y te das cuenta que no eres la única. Lees las noticas y piensas con ese pánico embridado en el pecho: -Mi pequeño argonauta-.

     Decides tomar la iniciativa. -Tu instinto nunca se ha equivocado-, te dices, segura y sorpresivamente serena. Comienzas en tu microcosmos a cerrar las fronteras. Las cenas, las reuniones, las juntas, todo es un campo minado. Estás a punto de hacerte una asceta forzada y no te intimida en lo más mínimo, es como un regreso a Avalón. Lees las noticias y piensas con una mente lúcida: - Ziel­füh­rend, immer ziel­füh­rend-.


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