Barriga's Inc.

Siempre he pensado que los grupos grandes –especialmente de desconocidos- y además de mujeres, son la cosa que con más recelo suelo aceptar a pertenecer. Pero no nos confundamos, que nada tiene que ver con mis ánimos festivos ya que me gustan las fiestas, inútil es esconderlo, sino con todas aquellas situaciones que desde luego, despiertan en mi interior un aire de incomodidad.

Los grupos grandes son por lo general, congregaciones de personas en algún lugar previamente estandarizado, donde una va para decir mucho a muchos, sin que estos normalmente escuchen. A su vez, yo suelo escuchar poco, es decir relativamente con atención, a las personas que conozco en un grupo extenso de egos y vanidades declaradas. Es algo así como un ritual social que todos terminamos por jugar, sin cavilaciones internistas al respecto, en lo que nos perdemos por las veredas de las “small talk”.
La famosa “Small Talk” nos permite interactuar en el medio de ese particular momentum, sin ser suceptibles a etiquetas u adjetivos -que no pequen de normales comentarios afilados sobre alguna nimiedad que se nos escapó decir- y en donde nosotros serialmente repetimos en la pasividad de un segundo con amarga cronología, algún comentario viperino sobre el incauto a modo.

Estas pláticas breves, siempre se me presentan como una especie de fenómeno marino, en donde una “fluye” o “transita” por un mar de rosotros nuevos, sin estacionarse ahí el tiempo suficiente como para conocer a las personas; Agrégese en algunos casos, una copita de Louis Roderer en mano para inyectarse una suerte de vacuna a lo insulso y repetitivo del carnaval, pese a su orgiástico oropel.

Los grupos grandes a los que me refiero, y a los que me parece engorroso pertenecer, pese a mis activas conversaciones con sus miembros, son a los que una tiene que ir casi a chaleco porque de alguna manera hay un interés común... desgraciadamente el único interés común.

Me encuentro sentada en un semicírculo acompañada de 16 mujeres igual de barrigonas que yo. Nuestro interés común es que todas vamos a ser madres de un momento a otro y necesitamos una especie de barniz estructrural para los momentos guerreros del parto. Cada vez estoy más convencida y más sorprendida de lo poco que se conocen las mujeres a sí mismas, se advierte en sus gestos de sorpresa, mientras algunas –la mayoría- escuchan atónitas las indicaciones de la Hebamme (o quién dirige al grupo, encargada usualmente de acompañar a las mujeres en el parto) con líneas decididas sobre movimiento, respiración y actitud.
Estoy sentada ahí en un mar de cojines, admirándome de la falta de curiosidad de todas estas futuras mamás y su poca relación instintiva a ese estado irrepetible que es la conexión de una blanca persona novel y la propia. En pocas palabras... están muy preocupadas por ser mamás en lugar de ser sencillamente mamás.

Charlamos mucho, nos decimos poco. Es cierto que un grupo de mujeres –aún embarazadas- puede ser equiparable a un nido de cascabeles. Los parámetros de competencia en este caso, ya que la profesión se ha dejado en stand-by, suelen ser los tópicos de embarazo, y las cascadas de preparativos, achaques y relaciones maritales... creo que por eso nunca me dió por jugar a las Barbies, pero dejo de pensar en ello porque en esté círculo, hay que estar muy despierta y no bajar la guardia. Me concentro de nuevo, en la respiración... Damn! de nuevo el mosquito interno cuestionándome sobre lo bueno que sería tener un botoncito de lo más rústico detrás de la oreja, para modular el sonido y perderse de las barbaridades que se dicen sin sentido del ridículo... pero no me queda otra elección: Tengo que zamparme toda la letanía.

Mi cabeza siempre está en ebullición. Cuando comenzé a hablar no dije "mami" ni "papi" sino ¿qué es eso? He cambiado poco creo, porque esa consigna está presente en casi todos los aspectos de mi vida. ¿Qué es eso?, ¿cómo funciona? son preguntas inherentes a lo obvio para muchos. Este parteaguas de mi vida, es decir, antes de mi argonauta novel, y mi después, cuando finalmente esté aquí, no podría ser una excepción. Sea por eso que no deja de sorprenderme la naturaleza vacua e irresoluta de algunas mujeres, más que encontrarlo como un festín de crítica snob.

Mientras más interactúo, más claro es que si no estuvieramos panzonas, no podría estacionarme más de lo necesario en estas conversaciones grupales. Creo que no asomaría la nariz por el dintel de la puerta... Vienen las confesiones sobre las suegras, las amigas, el trabajo que será recuperar la línea (¿había alguna?) y sencillamente esas realidades me parecen tan distantes que no logro articular más que sonidos vagos y usualmente guturales a las situaciones que me son de lo más simpáticas, pero que a ellas les resultan una especie de lastre.
La verdad es que me rio sin ganas y pienso en la última reunión que será con Mr. Sastre, mientras pido que hoy el tiempo pase más rápido, al menos los treinta minutos restantes, porque mi cabeza ya comienza a quejarse y a recriminarme lo de las demás cabezas. Sucede que la tengo muy mal acostumbrada...



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