Las mieles del "profit".

Encender el radio, leer el diario. Encontrarse en búsqueda perpetua por internet, siempre redefiniéndome de frente con el escenario mundial. Cualquiera que se precie de tener una mínima conciencia política -o al menos global- encontrará la lluvia de noticias tremendamente frustrante y se topará abruptamente con un panorama negro, decorazonante.
Ver todo este desajuste nacional, refiriéndome al lugar donde nací, guiado por los odios ciegos y la codicia palpitante de un tipo que quiere pese a todo llegar a la presidencia, aunque con ello se pase por la región más transparente sus propias consignas de legalidad y manipule las necesidades por siempre inconclusas de sus adeptos.

Encontrarse sin censura imágenes sangrientas de las zonas de guerra, cuando se sabe que históricamente aquella región estaba predestinada para la discordia, y no puede hacerse maldita la cosa. La guerra es tan cruda. Líbano e Israel, curiosamente la única manera de leerles junto... cuando se les menciona en plena ceguera intolerante.

Doy vuelta a la página, Congo está en ebullición, la brutalidad de unos contra otros realmente comienza a hacer estragos en mi estómago. Cierro el contacto, aunque sea accidental, contra todo lo que violenta mi ánimo. Pienso: -Dichosa tú, que puedes cerrar el horror símplemente tirando el diario en la papelera-. No me gusto después de pensar eso.

Ayer por la noche estuve sola en casa. Enciendo el televisor porque estoy agotada y no quiero ningún tipo de intensidades. Quiero vivir este minuto como un gran porcentaje de la aldea global: Sin darme cuenta. Busco algo que al menos me incite a la risa, aquella a lado como mueca tímida de un ejercicio que al menos hoy no se ha llevado a la práctica. Y es así que finalmente encuentro lo que el vox populli llamaría la cereza en el pastel. Un reality que busca abuelos, retirados o viejitos (se elige lo que más resonancia le haga al ánimo) para adoptarlos. La adopción corre a cargo de una familia que no tiene los anteriores. Nunca la soledad de la vejez fue tan exacerbada y al mismo tiempo tan carente de tacto... miro incrédula, absorta, escandalizada y finalmente ya molesta por lo que en la "tele" se hace. La vejez es ya dura en sí, como para exponerse, en pos de una migaja de compañía, a un hato de barbajanes de doce años y el delirio de la masa de audiencias televisivas. Ahora sí que, se vende hasta ¡tu abuela!...

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